Naturaleza y arte.

Viernes, 10 de julio. El románico francés

Recorrido:Mount Louis-Villafranche de Conflent-Castei ( Abadia de San Martín de Canigou)
Pernocta: Area de Castei (42.5331N;2.39206E) .

Duermo de un tirón hasta 20 minutos antes de las 8. Nada más despertarme vuelvo a comprobar el whatsap que sigue sin funcionar. Apago el teléfono, lo enciendo. Nada. Le quito la batería. Nada. Parece que ha chascado. Solo me queda esperar a encontrar wi-fi, desinstalar el programa y volverlo a instalar y a ver que pasa.

Partimos pronto hacia St. Thomas, a 12 kilometros, a unos baños. Ayer nos quedamos sin ir a los de Dorres y quería  compensarlo yendo a estos. Les preguntamos a unos franceses y nos dicen que la carretera debe estar bien.
 
Descendemos un vertiginoso puerto con un 15%  de pendiente y tomamos una desviación que sale a nuestra derecha. Y me quedo parada frente a una señal que prohibe la circulación a vehículos de más de 3,5 toneladas y de más de 7,5 metros. Nosotros no llegamos a eso, pero yo desconfío. No así Angel que me anima e insiste al ver mi indecisión así que enfilo la carretera. Pero enseguida comprobamos su excesiva estrechez, con un muro de roca a un lado y vallas de piedra a otro. No hay posibilidad de echarse a un lado en caso de encontrarnos con un vehículo en sentido contrario, así que decidimos dar la vuelta y menos mal que encontramos sitio. Ya de regreso topamos con un land rover frente a nosotros que aunque se echa hacia atrás, no consigue dejar espacio suficiente para que pasemos obligándonos a  descender para guiar la maniobra de marcha hasta  llegar a donde  habíamos dado la vuelta.  ¡Y ya nos espera una furgoneta!. Menos mal que no nos la hemos encontrado subiendo...Jurando en hebreo, preguntándome  porque no hacía caso de mis instintos, retomamos la carretera esta vez rumbo a las gargantas de Carança.


Pero cuando llegamos, de nuevo otra señal que prohíbe pesos y tamaños. Angel se baja y dice que el aparcamiento no es factible así que no encontrando otro, continuamos camino hasta Villafranche de Conflent (42º31'41.14”N; 2º 24'03.59”E). Dejamos la autocaravana en un pequeño aparcamiento a la entrada de esta ciudad completamente amurallada accediendo por  la puerta de España. Descubrimos una hermosa villa medieval, con casas de piedra dorada, torres, plazoletas encantadoras y muchas tiendecitas de recuerdos donde cargamos con un montón de jabones naturales para nosotros y para regalar. Esa calle recta, nos lleva hasta el otro extremo de la muralla por la que salimos para admirar desde el exterior la casi perfección de estos inmensos muros, su impenetrabilidad. En lo alto se destaca una fortaleza visitable a donde se accede en land rover.


De regreso tomamos otra calle paralela  disfrutando de sus rincones hasta salir por donde habíamos entrado. Sorprendente y encantadora villa a  la que merece la pena dedicar un paseo. Busco un punto de wi-fi que pienso que encontraría en la oficina de turismo, pero me dicen que no disponen de él.

Ahora ponemos rumbo a Sant Martin de Canigou, en Castei, por una carretera que parte desde aquí adentrándose por un valle. Antes de llegar a Castei nos encontramos con una señal de prohibición de circulación  para autocaravanas y un aparcamiento  a nuestra izquierda completamente sombreado donde hay ya tres autocaravanas más (.42.5331N;2.39206E) .

Y aquí la dejamos. A quince minutos de las 12 iniciamos el camino hasta la abadía de San Martín de Canigou que se encuentra colgada a un poco más de 1000 metros sobre un abrupto picacho. Ingenuamente, mientras atravieso las calles del pueblo siguiendo las indicaciones hacia la abadía, busco con mi mirada por los picos cercanos a ver si la veo. Nada. Una barrera y un cartel con los horarios de apertura recuerdan al visitante que se asegure antes de subir de que está abierta ya que habla de un tiempo estimado de entre 25 y 55 minutos de subida hasta llegar. Yo, equivocadamente, recordaba haber leído algo de 30 minutos de subida, así que, animada también por Angel, iniciamos la marcha.
 
Y sinceramente, la subida es dura. Se hace por una pista de cemento muy estrecha por la que dos o tres veces nos adelantó un land rover con gente. Luego supimos que se puede utilizar este medio abonando 15 euros por persona, supongo que ida y vuelta, así que los que no puedan o quieran  andar tienen esta otra opción, porque como digo, es durilla. Otra cosa es conseguir entenderse por teléfono, ya que lo que figura en el cartel es un teléfono móvil al que llamar.

 La primera parte del camino discurre al sol, por lo que a esas horas fuimos un poco castigados por él, pero luego, la segunda lo hace a través de un bosque de robles y castaños, muy agradable. Nosotros empleamos unos 50 a 60 minutos, sin parar, pero muy tranquilos y en ningún momento dejamos de ascender en pronunciada pendiente.

Una vez allí quedaban 45 minutos para las 14, hora de la siguiente visita, así que inquietos por descubrir lo que había allí, nos asomamos aquí y allá para después  sentarnos a esperar a que abrieran la tienda de venta de billetes lo que ocurrió quince minutos antes de las 14.

Era difícil de creer, pero había bastante gente arriba, en pleno mes de julio y con esta dura subida. El grupo de las 14 tendría una docena de personas. Nos recibe una monjita, menuda, de unos 40 años, de la Comunidad Católica de las Bienaventuranzas encargadas ahora de la conservación de este lugar. Me llama la atención cierto anacronismo en ella: con el hábito medieval y unas oscuras gafas de sol.

Esta abadía se construyó en el XI y los monjes benedictinos la ocuparon hasta finales del siglo XVIII en el que al quedar pocos y ancianos, tuvieron que dejarla abandonada. Empieza una época de decadencia en la que a causa del vandalismo pierde sus capiteles y los edificios caen en ruinas. Es a principios del XX cuando se inicia su reconstrucción y  ya a finales es habitada por esta congregación.

Tras indicarnos que  por favor  nos cubriéramos   los desnudos hombros con unos trozos de tela  que pusieron a  nuestra disposición a aquellas que habíamos subido con camisetitas de tirantes,  iniciamos la visita a este lugar que dura casi una hora y a la que sobra, para ser generosos, media, ya que a nuestro gusto es excesivamente descriptiva y, por supuesto, en perfecto francés. Pero para gustos, los colores.

Destaca especialmente el claustro, abierto hacia este magnífico y agreste entorno, colgado  de la ladera. Sus capiteles son sencillos y muy hermosos y contemplarlos en este marco de incomparable belleza, los resalta aun más. Quizás para mi es lo más destacable, ya que si bien la iglesia y la cripta tienen su encanto y el campanario  se alza majestuoso, bello y armonioso en este espectacular  lugar, el pequeño  claustro es especial, por su singularidad , abriéndose como una  gigantesca ventana  de piedra que invita a la contemplación de este escenario de roca, encina y castaño.

Cerca de las tres abandonamos este lugar aunque nos quedamos sin contemplar este conjunto desde un mirador al que se accede después de ascender durante 15 minutos por una escalera. Pero estábamos ya cansados y el sol era implacable.


Según  descendíamos íbamos comentando las limitaciones que los años nos habían ido añadiendo. Angel hizo un comentario  al ver como unos chavales  iban subiendo y recogiendo leña alegremente como si con ellos no fuera la cosa. Yo le respondí que nosotros doblábamos su edad. Que es cierto que no hacemos ya muchas cosas, pero también lo es que hacemos otras más que no hacen gente de nuestra edad (o al menos eso quiero creer), así que en estas reflexiones, mientras que nos cruzábamos con más gente que ascendía -entre ellas una señora casi en chanclas y con un bolsito de paja en su mano-, llegamos en poco más de veinte minutos  después a nuestra autocaravana.

Eran ya casi las 15,30, así que protegidos por la sombra de este lugar, donde aún estamos a las ocho  menos cuarto de la tarde, comimos y descansamos. Cuando quisimos desperezarnos eran ya las 17,30h. 

Eche un vistazo a los lugares posibles para pasar la noche y los que teníamos que visitar  y exceptuando  uno del que no hablaban bien, había otro regresando a Villefranche de Conflent  junto a  la entrada a unas cuevas y a 300 metros de la ciudad, pero posiblemente no tan sombreado y agradable como éste. Así que decidimos quedarnos, protegidos del sol y del calor ya que en el exterior y pese a estar bajo sombra, la temperatura era de 30ºC. Decidimos darnos una ducha y esperar la noche. Somos tres autocaravanas y aunque las normas dicen que no se pueden sacar sillas y elementos al exterior, las otras dos lo tienen, pero de forma muy discreta detrás de sus vehículos. Ahora pensamos en salir a dar un paseo por este pequeño  pueblo, cenar y cuando la oscuridad nos rodee, irnos a dormir.

11 de julio, sábado.

Recorrido: Castei-San Miguel de Cuixa-Mosset-Priorato de Serrabona-Vinça
Pernocta: Vinça (42.64541N; 2.53242E)

Noche tranquila exceptuando que alrededor de la 1 me han despertado los llantos desesperados de un niño. Por la mañana comprobamos su origen: tres furgonetas españolas habían estacionado en el aparcamiento superior y montado un auténtico “tenderete” para dormir al raso, con cuerdas y telas, aunque a las 9,15 ya habían recogido prácticamente todo.   De ahí provenía el llanto ya que tan solo estaban a 50 metros de nosotros. Entre este grupo de furgonetas y una camper que llegó por la tarde y que probó todos y cada uno de los sitios que quedaban libres (tres) y en varias posiciones hasta decidirse por una y que ahora tenía desparramadas todas sus pertenencias por el suelo, me sentí avergonzada.  Y recuerdo como nosotros hemos viajado en camper, los cuatro, en nuestra añorada VW california, y jamás nos hemos comportado de este modo. Yo los llamo “furgoguarros”.

Desayunamos y bajamos al área de autocaravanas, en el Intermaché, a comprar pan y   cargar y descargar agua. Resultó ser un sitio bastante feo para pernoctar. Continuamos camino hasta el siguiente destino, la abadía de San Miguel de Cuixa que se encuentra en la misma carretera  (42º35’41.60”N; 2º25’01.18”O)

La visita se puede hacer por libre y entregan un papel con las explicaciones en castellano, lo que agradecimos. Es un imponente edificio levantado en el siglo X y al que accedemos por el claustro repuesto con elementos recuperados después de que se dispersaran. Su disposición parece que no es la original y que incluso algunos de sus capiteles no  proceden del mismo claustro. Algunos son de la tribuna del interior de la iglesia que se desmontaron en el siglo XVI. Como todos los claustros románicos es toda una belleza. Creo que he dicho ya en alguno de mis relatos que el románico ejerce en mí una atracción especial. Su sencillez y elegancia tienen una belleza singular.

Admiramos en soledad los capiteles en mármol rosa del incompleto claustro para acceder luego a la curiosa iglesia de grandes dimensiones compuesta de tres naves separadas por gruesos muros con aberturas con arcos rebasados. El conjunto esta rematado por un crucero.


Junto a ella encontramos las criptas, la capilla del pesebre, de planta circular con un ábside y un gran pilar redondo en medio. Esta capilla tiene otras a los lados dedicadas a los arcángeles Rafael y Gabriel.  Sobre la del pesebre y separada de la iglesia por un atrio se encontraba la capilla de la Trinidad de la que solo se conserva su base.

Dejamos esta  abadía para poner rumbo  a Mosset, al Norte de Prades (42º 40’05.26”N; 2º25'01.18”E) calificada como una de las “villas más hermosas de Francia”. Aunque desconfiamos de la carretera, no supuso mayores problemas. Justa pero suficiente, se interna por un hermoso valle dejando atrás un pueblo que parece de balnearios y termas.

 Cuando avistamos Mosset nos detenemos  ya que tenemos frente a nosotros un pueblo que escala la ladera y cuya carretera se estrecha, dejando a un lado las viviendas y a otro una cortada. Angel pregunta por un aparcamiento y le dicen que sin problemas un poquito más adelante, pero cuando llegamos a lo que parece la plaza, los coches mal aparcados dificultan la circulación y un turismo tiene que recular para permitirnos el paso. Un poco mas adelante a nuestra izquierda  lo encontramos en una parte baja, plano y tranquilo donde quizás se podría pernoctar.

Pero el pueblo nos decepciona. Aunque las señales de la carretera continuamente aludían a  “pueblo florido”, nos encontramos en un lugar algo descuidado aunque para no faltar a la verdad tiene algunos bonitos rincones, vetustas caseronas de piedra y lo que parece que fue una fortaleza coronando la parte superior del conjunto de casas. Sinceramente, hemos estado en pueblos castellanos más bonitos. Pero cada uno puede tener su opinión al respecto y la nuestra, es que no merece la pena el viaje.

Así descendimos dejando atrás Eus, otra “villa florida”. La carretera dibujada en nuestro mapa era  también de color “blanco”.  Pensamos que el pueblo sería similar a Mosset, así que decidimos no arriesgar más de lo necesario y continuar nuestro camino hacia el Priorato de  Santa María de Serrabona, también, carretera “blanca”.  Y es que las carreteras francesas nos habían sorprendido. 

Hasta ahora siempre habíamos atravesado este país por autovías, autopistas y carreteras nacionales sin problemas que mencionar, pero la estrechez que habíamos comprobado en algunas por las que habíamos circulado ahora, al menos en las de los Pirineos, nos había sorprendido desagradablemente. Aprendimos que aunque  las señales limitaran el peso a 3,5 toneladas o el largo a 7,5 m, por tanto más que suficientes para nosotros, no deberíamos arriesgarnos porque difícilmente se cabía cuando se coincidía con otro vehículo.

Y ahora  asumíamos otro reto. La carretera  hacia este Priorato se internaba por otro valle discurriendo  zizageante a media ladera, abriéndose paso entre peñascos y vegetación variable en un paisaje muy similar al español. En algunos tramos nos resultaba estrecha, pero despacio había sitio para cruzarse con otro vehículo, unos metros adelante o atrás y la visibilidad no era mala.

Pero la duda surge cuando tenemos que tomar una desviación que asciende por otra carretera que parece aún más estrecha. Una señal informa de que estamos tan solo a 10 minutos en coche, pero el navegador muestra una carretera retorcida cuyas curvas cambian de sentido y que en su inicio parece un poco más estrecha. Angel dice que no subimos pero le pido que vaya a una tienda que está allí mismo en la que nos dicen que podemos llegar sin problema alguno, que su ancho es similar al que hemos traído hasta aquí, así que, desconfiando un poco,  nos armamos de valor y tiramos hacia arriba.  Comprobamos que en algunos tramos era estrecha, y tenía curvas pronunciadas, pero era corta, y al igual que la otra, había sitios donde  un vehículo podía apartarse para ceder el paso a otro en caso de coincidir.

Arriba nos espera un pequeño aparcamiento para una docena de plazas. (42º 36'06.23”N; 2º 35'41.20”E) Pese a la hora, las 14, corre un airecillo fresco.

Al acercarnos la negra silueta del campanario y de su iglesia que se dibuja destacando sobre el fondo de la espesa vegetación  de las cimas y laderas que la circundan captan nuestra atención.

El entorno es delicioso. Agreste, salvaje, compuesto por robles, encinas y algún que otro alcornoque. Completamente mediterráneo. El emplazamiento, magnifico, pero lo que nos sorprendería más sería su interior.


Este priorato románico se fundó a principios del XI.  Accedemos  a un pequeño y magnifico claustro que consta de una única galería  abierta como un balcón  hacia el sol y  a la luz del Sur, al estilo de San Martín de Cuixa, solo que este es original. Presenta ocho pares de capiteles realizados en mármol con una decoración más tosca que la de los capiteles interiores.  Sus arcadas se abren como enormes ventanas a  un escarpado y salvaje paisaje verde. Al igual que el de San Martín, es de mármol rosa y los fustes y capiteles se dibujan en un marco de frondosa vegetación al fondo. Bello, único,…espectacular. 

Ahora entramos a la iglesia, sencilla, sobria pero una vez que avanzamos hacia la parte trasera nos sorprende una magnífica  tribuna de mármol rosa con columnas rematadas con capiteles esculpidos. Estos capiteles, con sus motivos florales, ángeles y animales son al parecer una esplendida muestra del arte románico rosellonés. Se cree que se encontraba en otro punto del templo y que se trasladó a este, dividiendo la nave en dos partes durante una de las reformas.

Está formada por dos hileras de tres arcadas y cada uno de los espacios formados por estas arcadas  está cubierto con bóveda de arista. Las columnas se rematan con capiteles decorados con leones y águilas aunque también hay ángeles y arcángeles. Este priorato es una de las construcciones más hermosas del románico francés. .

El frontal de la tribuna presenta decoraciones con temas geométricos y vegetales. Aparecen además representados los símbolos de los cuatro evangelistas así como serafines y algunos animales fantásticos

No podemos despegar nuestra vista de este magnífico conjunto. Es singular y sorprendente. Único. Solo por ver esto merece la pena haber venido hasta aquí.

Ya en el exterior y alrededor se extiende un jardín botánico repleto de plantas muy mediterráneas, perfectamente identificadas.

Contrasta la armoniosa pizarra negra  utilizada para el exterior del edificio con el fino mármol rosa del interior, y este contraste acentúa aún más su belleza.
A las 15h dejamos atrás este espléndido y sorprendente lugar para dirigirnos, tras pensarlo mucho, a  Vinça.  Habíamos barajado varios posibles lugares de pernocta, pero los comentarios leídos de todos ellos no nos resultaban muy atractivos.  Así que decidimos probar suerte junto a un lago que habíamos visto al pasar por esta localidad, donde comeríamos e incluso podríamos darnos un baño y luego ya decidiríamos.

Así, encontramos un gran aparcamiento junto al lago y con sombra. Comimos, descansamos y después disfrutamos de un estupendo baño  con el macizo del Canigu al fondo. Marco incomparable.  Pero para pasar la noche no parecía un lugar adecuado. El tráfico  por la cercana carretera nacional era incesante, por lo que resultaba excesivamente ruidoso.

Así que decidimos buscar otro sitio y nos acercamos a las coordenadas que teníamos  (42.64541N; 2.53242E).  Encontramos un vulgar aparcamiento, sin nada más excepto que alguien comenta que es un lugar tranquilo. Tanteamos el cercano camping, situado al borde del lago: 15 euros. Solo para dormir, no era necesario. Vimos también otro estacionamiento  junto al camping, a unos metros pasado éste a la derecha,  pero solitario, así que nos inclinamos por el “vulgar aparcamiento” el lugar donde estamos ahora. En el lago hemos dejado tres autocaravanas,  y aquí estamos solos, pero justo ahora,  mientras escribo estas líneas, entra una integral que nos hará compañía durante la noche, manteniendo una más que prudencial distancia para no molestarnos mutuamente.

Pasan 15 minutos de las 21. Hora de cenar, aunque la claridad aun nos rodea. Tenemos el pico del Canigou al fondo y el lugar parece muy tranquilo.

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