Domingo 12 de
julio. La arena y piedra.
Recorrido:
Vinça-orgues D’Ille-Castillo de Querigús-Castillo de Peyrepertuse-Pyrepertuse
Pernocta: Area
de Peyrepertuse (42.86172°N; 2.56545° E)
19,30 horas.
Estamos a los pies del castillo cátaro de Peyrepertuse que tenía frente a nosotros,
simplemente mirando por el parabrisas de la autocaravana. Hoy ha sido el día de
los castillos albinistas o mal llamados
cátaros
La noche ha
sido estupenda. Me he despertado a las 7,30 y un poco después de las 8,30 nos
hemos levantado, no sin antes haber leído un poco. Buena costumbre.
Y nos hemos
encaminado a los cercanos orgues d'ille u
órganos de Ille. En España lo llamamos chimeneas de las hadas, aquí “señoritas
con sombrero”(42º 40'52”N; 2º 37'24”E)
Tras abonar la
correspondiente entrada de 5 euros hemos seguido un camino por una pequeña
garganta que ha desembocado en un lugar mágico.
Las chimeneas
de las hadas son unas formaciones geológicas debidas a la erosión diferenciada.
Los materiales más blandos son arrastrados por el agua mientras que los más
duros que tienen protección, persisten.
Así, la acción del agua va creando un paisaje caprichoso que asemeja a órganos
o chimeneas de arena que se elevan hacia el cielo. Algunas de estas chimeneas presentan una especie de sombrero que lo cubre en su parte superior por
ser de un material más duro (de ahí el nombre de "señoritas con sombrero").
Una preciosa frase describe la acción del agua
en este lugar: “La arena partirá al ritmo de las tormentas”.
El agua ha
esculpido un decorado que más parece de otro mundo, de doradas paredes o muros surcados por enormes grietas..
Accedemos a
una especie de anfiteatro de paredes talladas en gigantescas columnas con una
altura de 10 a 12 metros. Es fascinante. Aunque parece algo permanente, es
realmente frágil cambiando sin cesar cada vez que llueve ya que el agua arrastra grandes cantidades de
arena.
Así unas
formas se borran mientras que otras comienzan a esbozarse. Intento conectar
mentalmente estos sombreros de una chimenea a otra e imagino la arena que ha
sido ya arrastrada hasta conformar este peculiar paisaje. Hay alguna más o
menos espectacular y frente a nosotros una pared surcada por grietas.
Tras caminar fascinados rodeando este singular anfiteatro intentando alargar la visita, casi a la salida nos introducimos en un laberinto por donde caminamos entre las chimeneas y barrancos que el agua ha ido dibujando y esculpiendo. Me parece algo tan mágico y a la vez tan frágil que ni siquiera soy capaz de tocar alguna formación y circulo por este laberinto mirando a un sitio y a otro, arriba, a los lados, abajo....¡Y se me hace tan corto!!!.
A la salida,
me detengo en la taquilla que hay a la entrada y converso con la joven que recoge
las entradas porque habla un perfecto castellano. Al preguntarla de dónde era
me dio esta, para mí, sorprendente respuesta: “de aquí, catalana”. De vez en
cuando algo lejano y que vemos como ajeno, nos roza pasando a integrar, aunque
solo sea por un segundo, parte de nuestra historia y entonces, hacemos realidad
lo que hemos oído de gente anónima (y reconozco que es un comentario algo "críptico").
Ahora ponemos
rumbo al castillo de Queribus. Pero para no
tener sorpresas desagradables hemos decidido evitar en la medida de lo posible
las carreteras “blancas” por su
estrechez, así que damos un pequeño rodeo
por Estagel y Maury. La carretera es estupenda, de ancho suficiente . Y
pronto, siguiendo las señales que nos dirigen al castillo llegamos a la
carretera que sube directamente a Queribus (42º50’20.16”N; 2º37’16.44”W), al que
vemos encaramado a una roca. Nos paramos a observar: parece que forma parte de
ella, como si la fortaleza fuera una extensión de ella misma que se estirara hacia el cielo. Solo sus formas angulosas nos dejan deducir
que se trata de algo más que una gran roca gris.
Angel ha visto
que el mapa señala pendientes del 15% y mirando hacia arriba, así lo parece, por lo que
en principio decidimos no arriesgarnos y
hacer el kilómetro que nos separa andando.
Y comenzamos a
subir, pero vemos que ni la pendiente es tan pronunciada, ni las curvas tan
cerradas, así que preguntamos a unos británicos que bajan y nos dicen que es
perfectamente asumible con el “camping-car”, así que iniciamos el ascenso con
nuestro vehículo comprobando que, efectivamente, ni es tan larga, ni tan
pronunciada la pendiente, ni las curvas tan cerradas. Lo pasamos peor ayer para
ir al Priorato de Serrabona que para subir a este castillo.
Arriba encontramos un pequeño aparcamiento (42º50’20.39”N; 2º37’16.31”W) y una taquilla desde donde parte una senda en suave ascenso.. El empleado de la taquilla habla español y aprovecho para preguntarle por el acceso al castillo de Pyrepertuse y nos dice que podemos subir andando o en una navette y luego tenemos ya un paseo de un lado a otro de la fortaleza. Pudimos comprobar después que, o no estaba muy informado, o no nos entendió o…nos tomó el pelo
Un breve e
intenso camino nos pone a los pies de esta fortaleza, pequeña, condensada, pero
muy muy hermosa.
A 728 m de
altura, su origen se remonta al siglo XI y albergó religiosos cátaros hasta que
cayó en manos de los cruzados franceses en el XIII. En él se pueden contemplar
cuatro siglos de evolución arquitectónica.
Es el último castillo albigense en
caer y posteriormente se convirtió en
una pieza clave del dispositivo defensivo francés cuyo centro militar estuvo en
Carcasona.
Ya abajo nos
avisan del fuerte viento, que sin piedad nos golpea cuando intentamos acceder
por la puerta principal a través de una escalinata. Yo, con un vestido
estrecho, siento como el viento me lo levanta hasta casi la cabeza. Tengo poco o ningún sentido
del pudor, pero ir enseñando la ropa interior no me parecía elegante a mi edad,
así que lo recojo con sus propias gomas, lo que resulta algo ridículo, pero al
menos guardo las “formas y buenas costumbres”. Curioso, lo que no me ha
preocupado nunca, lo hace ahora.
Aunque esta
fortaleza es pequeña, tiene una impresionante torre maestra poligonal en cuyo
interior hay una sala gótica de dos niveles iluminada por una imponente
ventana. Su techo abovedado se apoya sobre una gran columna central,
ligeramente alejada del centro de la sala. Las nervaduras de las cuatro ojivas
se apoyan sobre pilares de tipo piramidal.
Este conjunto
abovedado sostiene una terraza a la que se accede por una escalera de caracol
por la que subimos. Y no puedo alejar de mi el recuerdo de los acontecimientos
dramáticos que marcaron la llamada “cruzada albigense”, el horror hasta
conseguir la extinción injusta y violenta de este grupo religioso,
por el que confieso mi particular atracción.
Reclamaban el
regreso al modelo de la iglesia romana. Se consideran los auténticos y
verdaderos discípulos de los apóstoles ya que como ellos practicaban la pobreza
absoluta viviendo de su trabajo. Interpretaban las sagradas escrituras de forma
diferente rechazando ciertas creencias y discutiendo la doctrina de los siete
sacramentos fijados a inicios del siglo XII. No veneraban la cruz ya que ellos
pensaban que Cristo era puro espíritu enviado por Dios. Para esta comunidad de “buenos
hombres” y “buenas mujeres” el mundo material era una ilusión diabólica, una
prisión para las almas a la espera de ser salvadas y pasar a la eternidad. No
amenazan con el infierno eterno.
Esta forma de
pensar y de hacer en los oscuros y tenebrosos años del siglo XII hizo que
fueran una auténtica amenaza para la poderosa y rica iglesia católica existente
en el momento que decidió su exterminio, para lo que usaron las formas más
crueles de hacerlo.
Queribus es
uno de los castillos cátaros más bellos. Las vistas desde él son absolutamente
espectaculares. No he visto nada igual. Abarcan casi a vista de pájaro 360º y
giro sobre mí misma para admirar lo que mis ojos abarcan. Aunque solo sea por
contemplar esto, ya merece la pena subir.
De nuevo, la
grandiosidad de lo que se abre a mis pies me sobrecoge, y de nuevo, me resulta
muy difícil encontrar palabras para describirlo. Mi vista se pierde en el
horizonte, mire por donde mire y me
pregunto una y otra vez como pudieron conquistar algo que a simple vista parece
tan inexpugnable. Luego leo que, tras 11 años de tranquilidad, y tras un breve
asedio, se entregó a los cruzados sin apenas resistencia, hecho que a algunos
historiadores les parece inexplicable. Y su final contrasta vivamente con la de otros castillos o
fortalezas que albergaron cátaros ya que ninguno de sus ocupantes fue condenado
a la hoguera, significando con este rendimiento el fin de la cruzada contra los
cátaros.
Poco después
de las 13,30h descendemos y nos dirigimos a Peyrepertuse pero vemos el bonito y recogido pueblo de Cucugnan
a nuestra derecha y publicidad de cata y venta de vinos así que decidimos comprar alguno. Pero está cerrado
así que me acerco a la oficina de información y para mi sorpresa me confirman
que tienen wi-fi así que me enfrento con la tecnología y tras conseguir
conectarme (lo cual tuvo su dificultad desconcertando incluso a la joven de la
oficina), consigo desinstalar e instalar
de nuevo en whasap que vuelve a funcionar. Y como no, dedicamos unos minutos a
contactar con el mundo exterior. Así que allí estuvimos un buen rato hasta que
nos dieron las 14,35h y pudimos regresar
a la bodega, ahora abierta. Catamos unos vinos y elegimos dos. Como no
entendemos, los que más nos gustaron, sobre todo a Angel que disfruta de ellos
más que yo, aunque está consiguiendo aficionarme algo.
Muy cerquita y
a la sombra de un aparcamiento de otra bodega, comimos y descansamos un poco
para sobre las 16,30h poner rumbo a Peyrepertuse.
Desde abajo se
marca la silueta de esta impresionante fortaleza encaramada a una gran roca.
Parece bastante más grande que la de Queribus.
Inicialmente
la subida no parece problemática pero llegamos a un punto a un poco más de un
kilómetro de nuestro destino donde una
señal prohíbe la circulación a “camping-car”
entre julio y agosto así como a vehículos de más de 7 metros. Nuestro gozo en un
pozo. Pero queremos subir así que después de dejar nuestra autocaravana en una
explanada (42º51’58.66”N; 21 33’07,86”W) y decididos a llegar, comenzamos la
ascensión.
Yo, en contra
de la opinión de Angel, hago “autostop” a ver si alguien se apiada de nosotros.
El sol aprieta. Pasan tres turismos y ninguno
para, pero de pronto lo hace una joven francesa que trabaja en un espectáculo
de aves que hay en el castillo y yo creo que nos recoge apiadada porque luego,
desde el aparcamiento al castillo hay otra buena y dura subida, además de que el tamaño de la fortaleza es considerable. Angel, por supuesto, no rechaza el
transporte sumándose a las ventajas de
la técnica y de mi descaro.
Comprobamos
que las curvas eran cerradas y muy inclinadas. Es posible que una autocaravana tuviera dificultades para girar y subir y
cuanto más larga, peor pero deberían facilitar algún medio de transporte para
salvar esta dificultad. En realidad la distancia en coche en muy pequeña, pero
grande para hacerlo andando y más en los meses estivales. Según subimos no dejo
de pensar en la suerte que hemos tenido.
Una vez en el
aparcamiento compramos nuestra entrada y a través de un espléndido y sombreado bosque de boj nos dirigimos a este
espectacular lugar cuya construcción ocupa una gran extensión a lo largo de la
cima en la que está encaramada, igual a la superficie de la cité de Carcasona.
Las vistas de nuevo, espectaculares, aunque no tanto como las de Queribus.
También fue
refugio de los albigenses ya que se negaron a someterse y Guillaume de
peyrepertuse fue excomulgado en 1224. Pero se rinde en 1240 y pasa a ser posesión
de la corona francesa. Muy unido, como Queribus y a la historia de españa ya que este
castillo albergó en sus días a Enrique de Trastámara pretendiente al reino de Castilla
en el siglo XIV.
Cuesta
recorrer toda la extensión de esta enorme fortaleza de la que se pueden
observar con más o menos claridad vestigios
de algunas estancias, ventanas con espectaculares vistas, iglesia,
torreones, murallas, etc., y el castillo de Queribús se contempla a lo lejos.
Y ya de
regreso, convencí a Angel para que
pidiera en su francés –que él dice que
no habla- a una pareja que nos
descendiera en su coche. Así era más difícil que se negaran. Y resultó que la
joven era de origen español, aragonesa de Biescas para más señas aunque nacida
ya en Burdeos. Y es que oir castellano, o que nos entiendan, era todo un lujo
al que no estamos nada acostumbrados cuando viajamos por otros países. Aquí, quizás por la cercanía, comprobamos que
era bastante habitual.
Ahora estamos
en al area de Peyrepertuse (42.86172°N; 2.56545° E), pequeña,
tranquila y con una media docena de
campers y otras autocaravanas pequeñas y
con la fortaleza recortándose sobre nosotros.
13 de julio. Lunes. La “Cité”
Recorrido:
Peyrepertuse-Lagrasse-Carcasona
Pernocta: Area
de Carcasona. (43.20543N;2.37168E)
Por la noche
se ha desatado un viento que parecía sacado de los infiernos. Violento y
fuerte, a veces zarandeaba la autocaravana y ha conseguido despertarme.
Hemos puesto rumbo a Lagrasse, otro de los pueblos hermosos de Francia, atravesando campos y campos de viñas. Nada de ganado, ni de otro tipo de cultivo. Solo viñedos que se extendían aquí y allá. Algunas veces aparecía algún grupo de árboles, pero de nuevo el monótono paisaje de viñedos. Un cartel amarillo aparece varias veces a lo largo de la ruta y dice algo sobre la “route 20” y algo relacionado con vinos.
Cerca de las 12h llegamos a Lagrasse ( 43º 05'32,17”N; 2º37'12.51”E),
bonita localidad medieval. Sus calles tienen algunos hermosos rincones llenos
de sabor y tipismo, como la plaza del mercado, techada en el centro para
celebrar los mercados bajo cubierto o el puente medieval –Puente viejo- que
conecta el pueblo con la Abadia de Santa María y que no hemos podido atravesar por estar en
obras.
La abadía benedictina de Sta. Maria fue fundada en el siglo VIII bajo la protección de Carlomagno. Tiene una parte pública visitable con horario flexible y otra parte privada cuyo horario es bastante limitado y que no coincidía con nuestra disponibilidad por lo que la visita se limitó a la parte pública donde lo más destacable fue el patio/claustro, dormitorio de los monjes de casi 400m2 y una sala con una impresionante y señorial chimenea. Pero después de dedicar 15 o 20 minutos he de confesar que nos resultó un tanto decepcionante y a nuestro juicio, prescindible.
Regresamos de
nuevo paseando por sus medievales calles
hasta la carretera en la que a un lado se agolpaban distintos restaurantes que
tenían a esta hora sus terrazas llenas de gente degustando sus platos.
Y ponemos
rumbo a Carcasona a donde llegamos poco antes de
las 15h. Hacemos un intento para localizar
un aparcamiento próximo al embarcadero del Canal de Midi, ya que mi idea
era hacer un pequeño crucero, o mejor dicho, “incursión”,en este canal, pero después
de dar algunas vueltas somos incapaces de encontrar un sitio, así que nos
dirigimos al area de autocaravanas de la ciudad.
Poco antes de
llegar empezamos a ver autocaravanas colocadas en lugares insospechados,
incluso algunas en la propia cuneta. Nos metemos a ver qué encontramos pero a
parte de que la circulación por caminos estrechos era complicada, terminamos en
una especie de ratonera, así que ya sin dudarlo pusimos rumbo al área que
encontramos prácticamente completa, tanto, que nos vemos obligados a aparcar
casi fuera, junto a la zona donde estacionan los autocares. Y es grande, muy
grande, pero....casi completa. Hasta las 20 h es de pago (gratuita de 20 a 8h)
lo que sumado a que es un secarral explica el por qué encontramos tanta
autocaravana fuera. Se encuentra a unos
200 metros de la “cité” con “navetas” gratuitas que con bastante frecuencia
transportan gente hasta las mismas puertas de la ciudadela a pesar de que en tan
solo 5 minutos andando se llega. . (43.20543N;2.37168E)
Decidimos comer e inmediatamente después acercarnos a “la cité” a la que accedemos por la puerta narbonesa que con sus torres gemelas, símbolo del poder real, son las edificaciones más impresionantes de toda la fortificación.
Esta es la
tercera vez que estamos en esta ciudad y como siempre, me impresiona. Siempre ha conseguido cautivarme desde el
primer momento. Es grandiosa, elegante, majestuosa. Es como encontrarte en
medio de un cuento o de un capítulo de la historia medieval, como si el tiempo
fuera travieso y se hubiera congelado en este lugar.
Mágico, excepto
por.... la gente, cantidades ingentes de gente. ¡Que
barbaridad!. Arrastrados por una riada humana nos introducimos por la puerta de
Narbona. Entramos en la oficina de turismo en la que pedimos un plano y preguntamos por los cruceros por el
Canal de Midí. Nos confirman que aparcar es algo verdaderamente difícil, así
que decidimos pasar página e intentarlo en Beziers.
Nos dirigimos
a ver sus principales atracciones: el castillo, en el que ya estuve pero
del que no conservo recuerdos. Y su interior, sinceramente, no merece la pena
lo que cuesta, como ya me lo advirtió Angel que tiene una estupenda memoria –a
largo plazo-, pero bueno hay que verlo, sobre todo porque se tienen hermosas vistas
de la ciudad.
Y de camino al
castillo más de lo mismo, gente y más gente, y comercios y restaurantes y más
gente.
Después del
castillo nos perdimos por sus callejuelas hasta llegar a la iglesia de San
Nazario de donde salía una deliciosa música
de órgano y trompeta y como atraída por un imán, desdibujándose todo lo demás,
me colé y allí me quedé un rato. Era un ensayo pero disfruté más de esta improvisada audición que de la arquitectura gótica del edificio.
Junto a la
iglesia un, -no sabría cómo llamarlo o definirlo-, ¿artista? ofrecía su espectáculo a quien quisiera
verlo, que éramos muchos, atraídos por su originalidad y cierta atmosfera
enigmática. Jugaba con bolas transparentes que deslizaba por su cuerpo como si
fueran una prolongación de sí mismo;
pero lo que más llamaba la atención, a parte de sus extrañas posturas
equilibristas, era cuando estas esferas
quedaban suspendidas en el aire.
Y de allí, a
la salida, donde un nutrido grupo de música brasileña hacía las delicias de
todos aquellos que nos quedamos atrapados en sus ritmos.
Tras esperar
más de 20 minutos a que la naveta nos regresara a nuestro “secarral” y temiendo
haber perdido la última, decidimos regresar andando. Tan solo cinco minutos
caminando, ¡hay que ser vagos!.
Cuando
llegamos comprobamos que el nivel de ocupación del area era similar a cuando la
dejamos; no había descendido. Sacamos unas sillas aprovechando la sombra que
nos brindaba la propia autocaravana y descubrimos que dedicarnos solo a la
observación de nuestro entorno era la mar de entretenido. A pesar de estar
llena, seguían entrando autocaravanas que sin mayores problemas, se colocaban
en el centro y luego ya delante del aparcamiento de los autocares, sin mirar si
éstos podrían o no salir. Una, otra, otra más....el area era como el chicle.
Sobre todo a partir de las 20 en que era gratuita. Nos reunimos más de un centenar, el 90%
francesas y me pregunté qué demonios podía estar pasando allí, hoy o mañana. Sabía
que era la víspera de su Fiesta Nacional y vimos preparativos para el
espectáculo de pirotecnia en las murallas de la ciudad, pero ¿tantos?. A lo mejor tenía otra explicación, así que
dispuesta a saciar mi curiosidad me dirigí hacia la autocaravana española más
cercana confesándome su absoluta ignorancia aunque aprovechamos ya para intercambiar alguna
información. Resultó ser una familia
burgalesa, forera de acpasión que viajaban con sus dos hijos adolescentes.
Como no
teníamos hambre, nos limitamos a picar algo y sobre las 22 h decidimos salir a visitar la ciudad por la
noche, con sus murallas iluminadas.
Y en verdad,
Carcasona es una ciudad distinta por la
noche. Había bastante menos gente que se arracimaba en plazoletas y terrazas,
sobre todo en una donde sonaba música en vivo. Nos tomamos un helado para
regresar una hora después.
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