El líquido elemento

Viernes 17 de julio. Soprendente...

Itineario: Montaud-Castries-Loupian (Villa romana)-Monasterio de Vallmagne-Marsellaine plage
Pernocta: Area de Marsellaine Page ((43.31918N; 3.54877E)

Nuestro particular José francés ha amanecido pronto y muy activo. Ha movido el camión de bomberos y lo ha puesto a la sombra y luego, antes de irnos, se ha subido a su excavadora y ha comenzado a trasladar pedruscos de un sitio a otro. Y lo hacía con una tremenda habilidad. Angel decía que era  un “hombre del renacimiento” (por lo de hacer y valer para todo).

Nosotros hemos cargado agua, aunque no era potable, y descargado grises para poner rumbo a Castries.

Pero a través de google earth no conseguí en su día encontrar un lugar donde aparcar así que entramos en la villa un poco a ciegas.Y si bien pasamos por el arco de lo que parecía un viaducto, apenas vimos señales de este palacio. Tan solo un par de ellas y sin resaltarlo. Encontramos un aparcamiento y tratamos de encontrar la entrada a estos jardines.

Y para un lado, para otro, para arriba, para abajo, pasamos dos veces por el mismo sitio, preguntamos, no sabían...Un desastre. Nos dimos de frente con unas herrumbrosas puertas cerradas con cadena y candado, que parecían dar paso a un jardín junto a lo que parecía ser el palacio, pero ningún cartel, ni nada similar informaba de nada, así que más cabreados que una mona, regresamos a la autocaravana.

Y justo cuando pasábamos en nuestra autocaravana por esta herrumbrosa puerta la vimos abierta de par en par, así que aparcamos y nos acercamos. Cuando llegamos una señora que dice que es también española, nos cuenta que se abre de 15 a 19 horas. Nos miramos pensando  los dos lo mismo: estupendas horas para abrir y venir a dar un paseo y gozar del frescor de la tarde. Así que rematamos el enfado y “sacudiéndonos el polvo” pusimos rumbo a Loupian, a una villa galo romana que encontramos sin mayores problemas.

Llegamos justo a las 12 y nos dicen que cierran a las 12,30 y ya no abren hasta las 14,30. Pregunto si en media hora nos dará tiempo a visitarla guiándonos hasta la salida del edificio de recepción e indicándonos otro bajo el cual se encuentran una serie de mosaicos de los que he leído que son muy hermosos y policromados.

Y cuando entramos...pues se nos cayó un poco el alma a los pies. La excavación era pequeña y el estado de conservación de los mosaicos, regular. Daba la casualidad que en diciembre pasado habíamos visitado en Madrid la villa de Carranque y sinceramente, el tamaño de ésta era considerablemente superior, quizás tres o cuatro veces más, y el estado de los mosaicos mucho mejor que aquí. Así que nos sentimos decepcionados.  Y vuelvo a repetir el comentario que ya he hecho: estos galos cuidan  muy bien  de lo suyo y lo publicitan.  Pero en este caso  la calidad y cantidad de los mosaicos es considerablemente  inferior a  la de los madrileños  de la villa romana de Carranque  (http://www.parquearqueologico.org/es/) y no digamos si los comparamos con los de la Villa de La Olmeda en Palencia (http://angeles-villasromanas.blogspot.com.es/).En fin, que yo creo que nos sobró tiempo, hasta para visitar algunas salas que tenían.

 Frustrados porque el día, ni había ni parecía continuar bien y con la sensación de pérdida de tiempo, echamos un vistazo a alguna publicidad que tenían en la oficina y vimos algo sobre el Monasterio de Valmagne, a tan solo 13 kilómetros de aquí.  Lo que me llamó la atención especialmente fue una fotografía de enormes cubas en lo que parecía una iglesia. Eran las 12,30h y pusimos rumbo para allá.

Y de camino pensamos si merecería la pena dar una vuelta por la villa de Loupian de la que yo tenía alguna información, pero al final decidimos que no parecía tener interés y que por hoy ya estábamos bien servidos de decepciones así que pusimos rumbo directo a la Abadía.  

Y  la encontramos junto a un enorme aparcamiento plano al que unos gigantescos  plátanos regalaban su sombra cubriendo casi  la mitad, en medio de campos cultivados de viñas, así que dejamos allí la autocaravana y nos dirigimos al monasterio.

Entramos en  una tienda de vinos donde nos dieron unas hojas en castellano que nos contaban la historia de este peculiar lugar comenzando  por la iglesia, gótica.



Y  a su entrada  nos quedamos perplejos: a lo largo de las dos naves laterales de esta iglesia había gigantescas cubas de madera que se alineaban  a lo largo de ellas y alrededor del cabecero.  Cuando conseguimos salir de nuestra  sorpresa inicial, estallamos en carcajadas, haciendo todo tipo de comentarios más o menos ingeniosos.  Pero sin dejar  de admirar este lugar  tan peculiar, bueno, más que el lugar, el uso que se había hecho de él. Leímos que fue un monasterio de la orden del Cluny, que cuando sus frailes fueron asesinados por al parecer un prior que los traicionó, la abadía cayó en el olvido y en la ruina hasta que fue nuevamente ocupada por  frailes benedictinos. Pero estaba en  muy mal estado y no tenían recursos para reconstruirla, por lo que taparon las ventanas que antes habían lucido hermosas vidrieras convirtiendo esta iglesia en una nave oscura y húmeda.

Luego vino algo similar a lo que en España fue la “desamortización” y las  propiedades de la iglesia pasaron  a manos del Estado quien las vendió. En este caso la compró un viticultor porque pensó que  era un lugar ideal para que sus caldos maduraran.

Después salimos al claustro. Y aquí….una vez más nos dejamos sorprender por la belleza de un lugar donde  a esta hora del día la  luz reflejaba el color dorado de sus piedras.  Recorrimos sus rincones, su hermosa sala capitular y lo que había sido el refectorio y que ahora era una sala presidida por una artística y gigantesca chimenea.

Pero lo que realmente captó nuestra atención por su belleza fue una fuente adosada al claustro y cubierta por nervaduras de piedra que a su vez eran abrazadas y cubiertas por una parra. El lugar tenía un encanto muy especial. Era algo único, como el monasterio en sí, y muy hermoso. A esto sumamos la soledad de la visita, que como he dicho ya muchas veces, añade más belleza.

 Disfrutamos  hasta que nos cansamos y terminamos la visita donde la  empezamos, en la tienda de vinos y después de catar dos, nos decidimos por un cavernai souvignon  aunque tengo que decir que el “no elegido”  era más complejo que el cavernai,  pero supongo que quizás fue su sencillez lo que me inclinó hacia él, eso, y supongo también que mi ignorancia absoluta sobre vinos.
                                                                                                        
Después  de comer y de descansar un poco pusimos rumbo a la playa. Estuvimos barajando varios lugares y la elección era dificil ya que estábamos a viernes, día de salida  de los franceses en busca de playa.  No queríamos meternos en un follón. Al final elegimos Marsellaine plage, un camping que tenía forfait desde las 17 a las 10h del día siguiente por 15 euros.

Marsellaine plage era un hervidero de gente a eso de las 17,30 cuando llegamos. Calles repletas de comercios  y turistas por todos los lados. Nos acercamos al camping que estaba en la misma playa pero nos dicen que  esa oferta es válida únicamente para temporada baja  y que el precio del camping ahora era…..”¿fortifai?” . Me costó procesar esto. ¿No me habría equivocado y sería “tuentifai”?. Pues no, hablaba de 45 eurazos de vellón, así que salimos como si hubiéramos visto al diablo y pusimos rumbo a una supuesta area que estaba, según  los datos que teníamos, a unos  500 m de la playa. (43.31918N; 3.54877E)

Y la segunda sorpresa del día: un aparcamiento totalmente automatizado, con barrera y 5 ó 6 idiomas para elegir, donde siguiendo las instrucciones, se introduce  la tarjeta de crédito para abonar 12 euros por 24 horas o 24€  por 48, tiempo máximo establecido. Un cartel luminoso anuncia el número de plazas libres (ahora 50) aunque antes de entrar me cuelo para echar un vistazo. Hay escasa o nula sombra, pero a la hora que era ya no temiamos al sol, así que después de pagar sale  un recibo con la clave que tenemos que escribir para salir, y entramos. En el interior cientos de autocaravanas ocupan un espacio parcelado más bien justo para poner mesa y dos sillas y sin pasarse.

Buscamos un extremo para evitar  tener vecinos tan cerca a un lado y a otro, teniendo además que encajar la mesa y las sillas en este espacio justo, y  tuvimos suerte y lo encontramos. A un lado, plaza vacía que por cierto, no llegó a ocuparse, y al otro un seto. Estupendo.

Nos pusimos el bañador cogimos una toalla y a la playa a la que llegamos 5 minutos después de pasear entre casitas bajas de veraneo.

Y   sorprendentemente a las 18,30 h se encontraba muy concurrida,  aunque con sitio para todos. De arena fina, oleaje suave y agua transparente. Yo me di un buen baño y Angel dos. La distancia creo que es menor de 500 metros, quizás 300. No se me hizo larga.

Tras regresar y ducharnos nos dispusimos a buscar un sitio donde poder cenar, y a ser posible, probar unos “moulettes”. Por aquí los mejillones no tienen mucha vida.

Un montón de restaurantes y bares se alinean a lo largo de una calle con distintas ofertas de menús. Elegimos uno que por 14 euros nos ofreció unas ensaladas, un kilo de mejillones al vapor con una salsa verde para cada uno, y un delicioso flan de coco con nata y chocolate. Cantidad suficiente y muy bien presentado. Nos pusimos de mejillones hasta las cejas.  Muy buenos.

Después de dar un paseo por esta animada calle y otra paralela, regresamos al área, sacamos un par de sillitas y disfrutamos de un poco de lectura mojada con nuestro Pedro Ximenez a la brisa de la noche para irnos a dormir alrededor de las 23,15h. Pese a la verbena cercana, su sonido no era estruendoso, como en España,  aunque yo tengo que confesar que me puse mis dos buenos tapones para que mi sueño no fuera interrumpido y así ocurrió hasta casi las 8,30 del día siguiente.



Sabado 18 de julio. Regresamos al  Canal.

Itinerario:Marseillan Page-Beziers-Esclusas de Fonserane-Beziers-Colombiers
Pernocta: Area de  Colombiers  (43.31028N, 3.11519E)

Ahora pasan 15 minutos de las 19 horas y nos encontramos en  Colombiers (43.31028N, 3.11519E) en el área de autocaravanas  que en realidad es una pequeña explanada a unos 200 metros de un camping. Nos ha parecido un sitio tan desolado que cuando lo hemos visto hemos pensado en irnos. Pero, eran las 16,30  y no habíamos comido. Habíamos batido el record  así que decidimos  quedarnos  y ahora ya somos tres  autocaravanas las que esperamos la noche en este lugar, nosotros  bajo la sombra de unos árboles. Pero vuelvo al comienzo del día

Nos hemos levantado con mucha tranquilidad ya que lo que teníamos previsto era una mañana o media mañana de playita. Hoy, sábado, curiosamente había menos gente que ayer a las 19 horas. Hemos estado hasta las 12  disfrutando de un par de deliciosos baños. Tras una buena ducha nos hemos dirigido a Adges, Villa  peculiar, pero tras ver la enorme caravana de coches que intentaban entrar en la ciudad, hemos decidido continuar camino hasta Beziers. Y de nuevo la duda. Marcados aun por la experiencia de ayer (y de algún que otro día algo decepcionante) y viendo que no había ningún cartelito de esos que los franceses ponen cuando hay algo de interés turístico, hemos pasado de internarnos por la gran ciudad de Beziers y dirigirnos directamente a las exclusas de Fonserane, recomendadas por un forero de acpasion.

El navegador nos envía por autovía pero cuando vamos a ella la vemos completamente atascada así que continuo marcándole otro itinerario por las afueras de Beziers.

Sin mayores dificultades  llegamos a este peculiar punto del Canal de Midi (43.316665N,3.143808E). Leí  que había un aparcamiento amplio que permite la pernocta de autocaravanas, pero cuando llegamos nos encontramos con mucho coche,  en realidad 4 líneas para aparcar. Estacionamos con cierta dificultad aunque hay que tener en cuenta que era sábado

Las esclusas de Fonserane son o eran 9 que salvaban un desnivel de 21 metros en tan solo 300. Ver las 6 ó 7 actuales, alineadas a lo largo de la pendiente es una imagen sorprendente y coincidir con su funcionamiento consecutivo, una tras otra, contribuye a que la imagen se  haga casi imborrable.

Aquí parece que hay una persona encargada de ir abriendo y cerrando compuertas. Una esclusa tras otra. Proceso largo.

Veo que la oficina de turismo tiene Wi-Fi y necesito conectarme con los chicos ya que a uno le ha surgido algo que desea consultar. Como siempre que lo intento,  la conexión no me resulta nada fácil pero al final lo consigo.

Cuando entramos en la oficina, un barco había comenzado a pasar por la  primera esclusa. Me comunico a través del whastApp con la familia y  con alguien más y cuando salimos, son dos los barcos que van compartiendo la entrada y salida de las esclusas, uno de ellos el que habíamos visto antes de entrar en la oficina.  Hay que armarse de paciencia para pasar este trozo, pero  impresiona la obra de ingeniería  realizada, sobre todo si nos retrotraemos al  siglo XVII. Contemplar además algunos de los barquitos de recreo que navegan por aquí es todo un espectáculo.

Angel llama mi atención sobre un trenecito (de esos para “guiris”) que sale hacia Beziers y que tarda 45 minutos , así que por muy ridículos que nos parezcan o parecían, nos subimos a él para darnos  un paseo por el interior de esta ciudad, cuyos ancianos muros han sido también testigos de una de las mayores tragedias, aunque el calificativo más adecuado sería “matanza”,  de los albigenses.

Esta ciudad también fue tomada por los cruzados que exterminaron a todos los que profesaban esta religión. Un comentario de la audio guía que llevamos me pone los pelos como escarpias: “la sangre corría por las calles como ríos”. Desde luego los franceses no se andan con chiquitas. Cuando les da el “siroco”, o decapitan a toda la nobleza y no dejan a nadie “con cabeza”,  o queman en hogueras de cien en cien a los que consideran herejes.

Asediada la ciudad por las tropas del abad Arnaud Amary, exigieron a las autoridades civiles la entrega de los 220 herejes que había tras sus muros en base a una lista entregada. Pero la respuesta fue taxativa: "...preferimos ser ahogados en el mar antes que entregar a nuestros conciudadanos y renunciar a defender nuestra ciudad y nuestras libertades". Esto no hizo ni pizca de gracia al abad ya que ni siquiera hicieron caso a las exhortaciones del obispo para que los católicos abandonaran la ciudad para ponerse a salvo.

Cuando las tropas llegaron ante las iglesias, atestadas de gente, dudaron sin proseguir la masacre ya que no sabían como podían distinguir los buenos católicos de los herejes y el abad no dudo ni un instante en dictar su sentencia fatal: “Tuez les tous!. Dieu reconnaitra les siens!”(¡Matadlos a todos! Dios reconocerá a los suyos!) Y nadie de los cerca de 20.000 vecinos que en aquella época se calcula tendría Béziers  a los que habría que añadir los cátaros y campesinos refugiados tras sus muros ante la inminencia de la guerra, se libró de la matanza. Ni siquiera los curas, revestidos con sus ornatos y enarbolando custodias y crucifijos, fueron respetados por los cruzados. Por no respetar, no se respetó ni la misma catedral de Saint-Nazaire, llena de gente aterrorizada.
Buscando por la Red encontré también un fragmento que el abad responsable de la  masacre envió al papa Inocencio III cuando le relató los sucesos: “Los nuestros, sin personar rango, sexo ni edad, han pasado por las armas a veinte mil personas. Tras una enorme matanza de enemigos, toda la ciudad ha sido saqueada y quemada. La venganza de Dios ha sido admirable.” Pasmado se queda uno pensando en que semejante misiva fuera escrita por un abad católico y que fuera también dirigida al “representante de Cristo en la tierra”.

El trenecito da una vuelta por un hermoso jardín, la llanura de los poetas, y luego callejea habilidosamente por sus principales arterias y callejones hasta llegar a la parte de arriba donde está la catedral  haciendo una parada de 2 minutos tras los cuales se puede continuar o bajar de él esperando al siguiente  que tardará una hora. Descendimos para admirar el espléndido panorama  pero Angel llama mi atención sobre una masa de gente que se dirige a tomar el trenecito. Podemos quedarnos sin sitio, y esperar una hora nos parece mucho tiempo, así que regresamos rápidamente comprobando que quedan muy pocos sitios libres.

Al regresar a la autocaravana vemos como un imbécil gabacho nos ha podido cerrar por detrás, pero afortunadamente se marcha el turismo que está delante de nosotros, así que salvados del apuro por esta casualidad, salimos de allí y desde entonces, aquí estamos, en esta área comiendo.

Después de comer y descansar, el reloj nos marca las seis menos cuarto. Cualquier cosa que hiciéramos nos iba a poner en las siete, así que decidimos quedarnos. Ha sido un día duro y  ahora, el sitio, en compañía es más agradable.

Después de cenar decidimos dar un paseo por los alrededores y nuestros pasos nos encaminan al puerto de esta ciudad del Canal de Midi. Ya atravesando un puente lo que creímos que era un pez resultó ser un coipo, (coipú, nutria roedora o de manera más ambigua, nutria). Es una especie de rata de agua grande,  propia del Sur de Sudamérica y parecida a un castor que habita los humedales.

 Y luego llego la segunda sorpresa, los barcos amarrados que llenaban este más que curioso puerto deportivo a un lado del canal y donde había algún que otro restaurante y bares.

De regreso,  sacamos nuestras sillitas al fresco y estuvimos en la oscuridad de la noche esperando el sueño que no tardó en llegar mientras degustábamos una  copita de vino y yo, además, de la lectura.





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